Jinetes Dorados
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Hitorias de Azeroth

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Mensaje  Reden Dom Ago 02, 2009 12:05 am

Os propongo un espacio donde dar rienda suelta a vuestra imaginación y "rolear" una historia (no es necesario que sea sobre vuestro PJ, simplemente que se trate sobre WoW). Os dejo un avance y ejemplo:

El Lamento del Alma en Pena

La luna flotaba sobre un manto de estrellas y el viento helado sopla con fuerza en el exterior del Bastión de la Conquista. El fornido druida, sentado junto a un ventanal, observava el gélido páramo mientras trataba de asumir todo lo ocurrido unas horas antes.

Se levantó y avivó el fuego de la chimenea a la vez que se colocaba bien la túnica. "Arestra, no has hablado desde nuestro regreso del campo de batalla, ¿ocurre algo?" La joven Elfa de Sangre había permanecido en un silencio absoluto desde que la encontraron en las ruinas del bosque del Canto de Cristal dónde había permanecido perdida durante casi tres días.

"Disculpadme Karanos. No me encuentro bien. Creo que debo retirarme a mis aposentos... Necesito estar sola... durante algun tiempo". El druida lanzó una mirada fugaz a la Elfa, "Como deseeis mi Lady" La Elfa se levantó del sillón de cuero y se marchó. De entre las sombras de la habitación apareció un Orco con la cara totalmente cubierta por un trapo de piel de Tabulk y una capucha. "Señor, el Jefe de Guerra necesita saber que está ocurriendo. Hemos perdido a demasiadas tropas dentro de nuestra propia fortaleza. Sin duda hay un traidor entre nosotros.."
"Lo se pícaro" respondió el Tauren algo irritado "por el momento sigue a Arestra. Se que algo no anda bien".

El pícaro abrió la puerta de la habitación y se giró mirando al druida de forma reverente antes de salir.

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Parte 1: La hermana del dolor

Faltaban tan solo unas horas para el inicio de las celebraciones de Halloween y en Rémol los preparativos se iban matizando de forma casi frenética. Para los Renegados esta era la festividad más importante junto al día en el que celebraban su liberación del control de la Plaga.

Los pocos que no pertenecían a esta sociedad observaban casi perplejos la dedicación que ofrecían los habitantes de esas tierras a una festividad tan macabra a sus ojos. Aunque conociendo su condición ni viva ni muerta en parte era algo casi comprensible.

Dos jinetes observaban en silencio junto a la zona de atracamiento de los Zepelines en lo alto de una colina. Sus rostros reflejaban algo parecido al desprecio. "Aún no comprendo que nos aliásemos con estos... asquerosos" - Comentó uno de ellos- "Crarthiel, sabes que el interés que tenemos por unirnos a ellos es el mismo que ellos tienen en unirse a nosotros. Nos necesitamos mutuamente para sobrevivir a los peligros que nos amenazan en estos tiempos oscuros."
Crarthiel pusó cara de no comprender demasiado la situación e hizo girar en redondo a su Destrero "Bueno amigo mío, nos queda un largo camino, será mejor ponerse en marcha"

Los dos Paladines entraron en la ciudad de la muerte, Entrañas, y se dirigieron hacia el maestro de vuelo. Éste les dedicó algo parecido a una sonrisa sarcástica y les señaló con la palma de la mano abierta a dos gigantescos murciélagos. Los Elfos se miraron uno a otro y se encogieron de hombros. "Si no queda más remedio..." Murmuró Crarthiel. El maestro de vuelo soltó una sonora carcajada y negó con la cabeza. "Está bien" Respondió el Paladin. Acto seguido ambos montaron en los vampíros y segundos después estaban sobrevolando los Claros de Tirisfal en dirección a la Capilla de la Esperanza de la Luz.

Durante el viaje Crarthiel no dejó de pensar en que no encontraba sentido en unirse a una raza que no sentía absolutamente nada. Ni amor, ni odio, ni ira ni tristeza ni alegría... Quien sabe si no les traicionarían en cualquier momento dada su falta de sentimientos tampoco debían sentir lealtad hacía nadie ni remordimientos que les obligasen a cumplir un pacto...

Las cavilaciones de Crarthiel se interrumpieron cuando el murciélago hizo una maniobra brusca acercandose al suelo de una manera totalmente brusca. El Paladin sujetó fuertemente la crin de la bestia con una mano mientras con la otra trataba de mantener el equilibrio. Esa maniobra hizo reir a Yahel que ya esperaba a su compañero montado en su caballo. "A mi no me hace gracia Yahel" -Gruñó Crarthiel. Yahel le respondió con una sonrisa como tratando de contener una carcajada.

Los dos jinetes cabalgaron durante unas horas hasta que llegaron a una zona devastada de las Tierras de la Peste dónde parecía no haber vida desde mucho antes de lo que realmente era posible.
Allí les esperaba Bir. Un Renegado totalmente entregado a la causa de la Brujería y en especial interesado en la Destrucción. Bir les recibió con una mirad sombría. Algo no andaba bien.

"Saludos caballeros, sed bienvenidos a la tierra de la desesperación...." - Crarthiel odiaba esa actitud depresiva de los Renegados y pusó cara de aburrimiento. "No mi querido amigo. No es una forma de hablar. - Dijo el Brujo como si hubiera adivinado lo que pensaba Crarthiel - Todas nuestras fuerzas en esta zona han desaparecido. Tan solo quedamos cinco Renegados, lo curioso es que los desaparecidos son Orcos y Trolls. Ninguno de los Renegados ha desaparecido." - Los Paladines se miraron mutuamente. "¿A que te refieres Bir?" - El No-Muerto agachó la cabeza y después miró hacia la ciudad fantasma que se erguía al Norte. "Al parecer uno de nuestros exploradores nos ha informado que en Stratholme algo maligno se agita. Algo que atrajó a su perdición a toda esa gente..."

La cosa se ponía cada vez más fea y los refuerzos habían desaparecido. Eso si con suerte no estaban muertos. Deberían adentrarse en Stratholme e investigar.


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Bueno chicos a ver si con esto si que se anima mas gente que teneis el foro muy aburridin!! Smuak
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Mensaje  Reden Dom Ago 02, 2009 12:45 am

Parte 2: Deber o Voluntad

Pasaban dos horas desde que había oscurecido y en el pequeño campamento de los Renegados acababan de recibir más refuerzos de Entrañas. Debido a las extrañas desapariciones de los miembros vivos de la expedición anterior, esta vez tan solo se habían enviado No-Muertos y en un número mayor que la primera.

Ahora, unos 50 Renegados se acomodaban entorno a la hoguera de la Base mientras bebían y comían (para sorpresa de Crarthiel) carne de cerdo asada. Mientras intercambiaban historias de sus pasados algunos de ellos observaban desconfiadamente a los dos paladines. Ellos tampoco confiaban demasiado en sus nuevos compañeros pero, ¿que otra opción les quedaba? Al cabo de poco rato un ruido atrajó la atención de Yahel.

Sin decir ni una palabra se acercó a Bir y le susurró "Bir que tus hombres estén atentos, algo en el Bosque se mueve" El Renegado asintió y con dos gestos ordenó a unos cuantos pícaros y magos adentrarse sigilosamente en la espesura del Bosque para averiguar que ocurría.

El resto se quedarón en guardia en la misma Base junto a los dos Elfos y Bir. Pasarón al menos cuatro horas hasta que llegó uno de los exploradores con noticias. El pícaro algo ensangrentado y con partes de sus ropas rasgadas mantenía una mueca de terror en su rostro. "Mi Señor, algo terrible está ocurriendo dentro de Stratholme." Bir estaba demasiado nervioso como para esperar detalles "¡Habla estúpido! ¿Que ocurre? ¿Dónde estan los demás?" El explorador prosiguió "Al adentrarnos en el Bosque pudimos ver a unos 500 metros de la zona del Lago una luz blanca rodeada de una especie de aura violeta. En un principio suponiamos que se trataría de una de las Almas en Pena de la Plaga que vagan por el Bosque, pero al acercarnos más nos asaltaron. Eran más de 100 mi Señor... Lo realmente extraño es que se trataba de Gnomos y Humanos..." Crarthiel estalló en un grito de ira "¡Malditos sean esos Humanos! Malditos sean ellos y sus traiciones" Yahel miró de forma represora a su pupilo haciendole callar. El Renegado continuó con la explicación "Algunos conseguimos zafarnos de la emboscada y ocultarnos hasta que todo quedó en silencio de nuevo. Aún así decidimos seguirles suponiendo que nos conducirían a alguna Base de la Alianza. Pero poco después nos dimos cuenta que se dirigían directamente a Stratholme."

Bir cada vez estaba más desconcertado y apremiaba al explorador "Una vez en la entrada de la ciudad, pudimos ver claramente que aquella luz era , en efecto, un Alma en Pena, y que los asaltantes eran Humanos y Gnomos. Pero para nuestro desconcierto sus miradas estaba vacías. Parecían obedecer las ordenes de la Banshee. Entonces decidimos adentrarnos en Stratholme para investigar. Una vez dentro de la ciudad quedamos perplejos mi Señor. Nunca pensé que podría ver algo parecido. En la Plaza del Rey estan reuniendo a miles de hombres vivos, de todas las razas, después unos Necrófagos traían unos extraños carruajes negros tirados por corcéles esqueléticos y se los iban llevando a un lugar que ellos llaman el Degolladero.

Tratamos de entrar allí pero entonces una Sombra nos descubrió y dió la voz de alarma. En unos segundos estabamos rodeados por centenares de agentes de la Plaga que se abalanzaron sobre nosotros. Solo yo pude escapar ocultandome en una zona lo suficientemente oscura como para no ser visto." De repente el No-Muerto hizo una mueva de dolor y cayó fulminado al suelo. Los Paladines se apresuraron a socorrerlo pero Bir les detuvo. "Él no había caído en la cuenta, pero no se había salvado. Estaba maldito. Le han dejado escapar para que nos contase lo que había visto. Al parecer algo o alguien ahí adentro desea que nos adentremos en Stratholme..." El Renegado observó las llamas eternas que ardían en Stratholme. La ciudad maldita para siempre.
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Mensaje  Reden Jue Ago 06, 2009 5:43 pm

Parte 3: Es necesario hacer sacrificios.

Pasaban cinco días desde que los exploradores desaparecieran en Stratholme y un nutrido grupo de agentes del Alba Argenta se encontraban a las puertas de la ciudad. Frente a ellos las llamas ardían en el interior de las murallas y el ambiente crepitaba como alrededor de una hoguera gigantesca.

Bir observaba algo rezagado sobre su Corcel Esquelético tapado con su capucha. A pesar de estar técnicamente muerto, aún le avergonzaba su aspecto. Yahel reparó en la ausencia del Renegado mientras los dirigentes de cada facción trataban de llegar a un acuerdo de como asaltar la ciudad.
"Bir, como representante de los Renegados deberias estar aquí aportando alguna idea... Estoy seguro que tienes algo pensado sobre como podemos entrar en ese infierno." - Bir asintió sin demasiado entusiasmo mientras miraba hacia otro lado como si no le importase demasiado el asunto. "¡La única manera de entrar ahí es arrasar todo lo que quede y destruir a todo ser vivo o muerto que se cruce en nuestro camino!" - Kra'nak líder de la delegación enviada por Orgrimmar aullaba como si se encontrase en un estado de ira demencial. "Dudo que con tus tácticas de bárbaro lleguemos siquiera a la Plaza Orco..." - El líder Humano aún no podía creer que Lord Fordragón le hubiese enviado a aquella misión tan delicada con los toscos y bárbaros Orcos y más aún sabiendo el estado de las relaciones entre ambas razas.

"Basta de discutir, enviaré a mis Guardias Reales del Terror como fuerza de choque. La ayuda de la Guardia Real de Ventormenta y de la Élite Kor'kon nos será de gran ayuda para contener las embestidas de la Plaga." Bir se alzaba sobre su demacrado caballo sobre un pequeño montículo por encima del resto de lideres. - "Así sea Bir, enviaré tambien a mis Caballeros de Sangre y a mis Paladines para tratar de mantener vivos al mayor número posible de Guerreros." - Dijo Yahel - "Contad con los Druidas del Circulo Cenarion" - Apuntó uno de los Archidruidas allí presentes.

"Bien pues no hay más que hablar, en marcha" Con estas palabras de Yahel todos los soldados al servicio del Alba Argenta se colocaron en posición y comenzaron a marchar hacia las puertas de Stratholme. Su sorpresa fue que allí no encontraron absolutamente a nadie. Ni un solo esqueleto descerebrado por allí rondando, nadie. "Entremos, con cuidado y todo el mundo alerta, ¿quien sabe lo que nos esperá aquí...?" - Las palabras de Bir sonaron como algo bastante inquietante y todavía más cuando quien lo dice es un No-Muerto.

Dentro de la ciudad la cosa cambió. En la primera de las calles una enorme cantidad de miembros de la Plaga aguardaban la llegada de los asaltantes. En su mayoría eran simples zombies y esqueletos que apenas oponian resistencia para las fuerzas enviadas por la Comisión del Alba Argenta. Pero a medida que estos se iban adentrando en la ciudad los combates eran cada vez más duros y contra seres más monstruosos y crueles.

Fue durante uno de esos combates cuando Yahel y Bir se dieron cuenta de que todo era una trampa. Avanzaban cada vez más despacio, quien sabe si por el calor infernal o el ambiente sofocante, quizás por el olor a fósforo o tal vez por las visiones horribles que se daban en las ventanas de los caserones. Quizás los recuerdos de algunos sobre la ciudad pesaba más que cualquier cosa. Sobretodo los Humanos parecían sobrecogidos a cada paso que daban. La mayoría habían tenido amigos o familiares que habían fallecido a manos de la Plaga o del propio Arthas entre los muros de esa ciudad maldita.

Bir y Yahel avanzaban juntos casi en la vanguardia del batallón de la Horda cuando de repente aparecieron No-Muertos por todas partes. Eran seres descomunales y parecían hechos con partes de cuerpos diferentes. Portaban enormes hachas y mazas, otros cadenas y gubias. "¡En guardia!" - Exclamó Yahel. Los ejércitos se enfrentaron durante casi una hora en la plaza del Degolladero. De repente un grito familiar llamó la atención de Yahel. "Crarthiel" Pensó Yahel. Buscó a su pupilo pero a penas podía ver a tres metros delante de sus narices.

El hedor a muerte y los trozos de cuerpos mutilados por todas partes unidos a los distintos fluidos que roziaban el suelo era una estampa dantesca. Cuando la batalla terminó las fuerzas del Alba Argenta habían menguado casi un 75%. Yahel comenzó a buscar desesperadamente a Crarthiel pero no lo veía por ninguna parte. "¡Crarthiel!" Excalamaba una y otra vez el maestro, pero no había respuesta. Finalmente un leve gémido condujo a Yahel y Bir a una zona de la plaza que había quedado exenta de la batalla. Allí junto a un pequeño arbol abrasado se encontraba Crarthiel. De pie pero con la mirada casi perdida. La boca entreabierta y una lágrima cayendo por su mejilla. "¿Crarthiel? ¿Estás bien?" - Murmuró Bir - De repente una espada apareció atravesando el pecho de Crarthiel y destrozando su corazón. Yahel iba a correr en su auxilio pero Bir le sujetó "Quieto insensato, mira..." - Bir señaló justo detrás del arbol. Una reja comenzaba a abrirse, y tras ella centenares de miembros de la Plaga calamaban y balbuceaban alzando sus armas.

"Es hora de replegarnos Yahel" -Apremió Bir- "Pero Crarthiel..." - Trató de responder Yahel. Pero Bir no le dejó terminar la frase "Yahel, a veces para salvar a una gran cantidad de gentes, es necesario hacer sacrificios" Con estas palabras Bir tomó el brazo de Yahel y tiró de él. Yahel no podía dejar de mirar atrás, de mirar los ojos de su pupilo. Sentía un profundo dolor y pesar. No era noble ni honorable haberlo abandonado allí rodeado por tantos enemigos y tan mal herido.


Crarthiel cayó al suelo desplomado y tras él una figura femenina. Crarthiel la miró a los ojos y vió lagrimas en ellos. "Eres tú...." murmuró Crarthiel. "Si mi amor, siento que esto termine así" Le susurró la mujer mientras rompía a llorar como llora alguien que acaba de perder al más querido de sus seres. La mujer tomó a Crarthiel en sus brazos y besó sus labios. Ahora tan fríos y ya inertes no encontró respuesta por parte del Paladin. "Tranquilo mi amor, la maestra conseguirá que estemos juntos... para siempre..." Susurró la Elfa mientras ordenaba a unos Necrófagos que se llevasen a Crarthiel.
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Mensaje  Reden Jue Ago 06, 2009 5:49 pm

Bueno en primer lugar gracias por el apoyo que a veces cuesta un poquillo que salga la inspiración y en segundo lugar, os animo a abrir nuevos hilos con historias os aseguro que conociendo un poco la historia de las razas y del desarrollo del mundo Warcraft da para grande historias.

Luego intentaré subir la siguiente parte a ver si me da tiempo

Smuacks!


Última edición por Reden el Vie Ago 07, 2009 2:44 pm, editado 2 veces
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Mensaje  vazca Jue Ago 06, 2009 8:20 pm

Sigue Reden, por favor sigue. XDD. Gracias Wink.

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Mensaje  Bron Jue Ago 06, 2009 10:43 pm

Primero, decir que realmente escribes bien y te animo a que sigas haciéndolo, no puedo esperar por la parte 4, xD. Segundo, a mi lo de rolear me parece una idea estupenda, incluso podríamos abrir una seccion en el foro solo para ello, y transformarlo como en un pequeño juego, con interaccion entre personajes y todo. Cuando tenga tiempo escribiré algo también.
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Mensaje  Reden Sáb Ago 08, 2009 3:34 am

Parte 4: El nacimiento de la Espada de Ébano

Las fuerzas del Alba Argenta se replegaron en un caseron a las afueras de la Plaza del Degolladero y sellaron las puertas y ventanas. Afuera ahora todo parecía en calma pero en esa ciudad nada era lo que parecía.

Una vez las posibles entradas estuvieron aseguradas los soldados rastrearon la casa en busca de posibles agentes ocultos de la Plaga. Cuando estuvieron seguros de que la casa estaba completamente vacía Bajaron al sotano dónde no pudieran ser descubiertos, sabían de sobra que todos los miembros de la Plaga andaban tras ellos y que a su vez eran conscientes que no habían llegado a salir de la ciudad. Pero tenían algo a su favor. Dentro de lo malo, la ciudad era tremendamente grande, podrían pasar días hasta ser descubiertos, pero no disponían de tanto tiempo.

Una vez en el sotano encendieron un pequeño fuego y pusieron una olla para hacer lo más parecido a un caldo para que algunos de los Alquimistas de Entrañas preparasen pociones para tratar de ayudar a revitalizar algunas heridas lo suficientemente graves como para no ser sanadas por un Sacerdote. Aquel reducido grupo de Renegados resultaban especialmente sombríos incluso para sus propios hermanos. Nunca hablaban con nadie que no perteneciese a la Sociedad Real de Boticarios.

Algunos sospechaban que Putress tramaba algo en secreto a espaldas del resto de Renegados y de la misma Horda, otros pensaban que simplemente eran raros. Mientras tanto los Chamanes y Druidas trataban ,sin resultados, una y otra vez de entrar en comunión con la madre Tierra para que les ayudase enviandole sus fuerzas elementales. Los Sacerdotes y Paladines crearon una pequeña capilla y allí, en silencio, se arrodillaron y comenzaron a rezar a los Naa'ru.

El resto del Ejército observaba angustiado y algo inquieto. Muchos habían perdido a compañeros y amigos en la incursión y comenzaban a dudar que fuese posible derrotar a la Plaga y mucho menos en uno de sus Bastiones más poderosos. De repente una voz resonó entre las calles y plazas de la ciudad. Era grave y seca pero a la vez parecía cálida y pacífica. "Hijos de la Luz, nada debeis temer pues nosotros estaremos cuidando de vuestras valerosas almas." - Yahel se levantó y miró a los demás "Hermanos, los Naa'ru estan con nosotros. Debemos salir de aquí..." El único mago que había sobrevivido a la matanza respondió rapidamente. "Mi Señor, yo puedo sacaros de aquí, pero necesito salir de la casa... no tengo suficiente espacio para invocar los poderes Arcanos que necesito. Debemos salir de la casa, si lograis protegerme durante unos segundos abriré un portal a un lugar seguro."

Bir se adelantó "Que así sea, soldados abrid la puerta principal, cuando esteis listos hacednoslo saber" Varios Guardias se apresuraron y subieron las escaleras de madera podridas hacia la planta principal. Segundos después los enviados del Alba Argenta se colocaron junto a la casa formando un círculo alrededor del Mago. Junto a él cinco miembros de los Forestales de Quel'thalas observaban los alrededores de la zona. El Mago comenzó a pronunciar el hechizo de invocación, pero algo le distrajo. A su lado uno de los Forestales sacó lentamente una flecha de su carcaj y apuntando hacia la esquina norte de la calle comenzó a murmurar un hechizo. Dos segundos después una flecha energizada con poder arcano salió disparada del arco del Cazador para impactar de lleno en la cabeza de una Sombra que les vigilaba en silencio.

Algunos de los soldados comenzaban a ponerse nerviosos. Al momento varias flechas más volaron pasando por su lado y matando a algunas Sombras más. Los nervios de algunos de los Soldados estallaron y estos, poseidos por el pánico huyeron corriendo en todas direcciones. Bir trató de calmar al resto del batallón "¿Que soys soldados del Alba Argenta o un montón de niños miedicas malcriados? ¡Defended al Mago para que pueda sacarnos de aquí!" Casi al mismo tiempo en que Bir pronunciaba estas palabras, el hechizo del Mago tocaba a su fin. Ante ellos se abría un Portal mágico rapidamente los cuerpos más vulnerables como Chamanes, Druidas y Sacerdotes cruzaron el Portal , el resto les siguieron rapidamente.

Los últimos en cruzarlo fueron Bir y Yahel en ese orden. Justo cuando Yahel cruzaba el Portal, echó la vista atrás y durante un momento fugaz, pudo ver a Crarthiel, montado sobre un Córcel oscuro pero con los ojos de un color azul centelleante. Le miraba casi desafiante, portando una oscura armadura de placas adornada con calaveras humanas y pieles de grandes bestias y una gran espada con Runas colgaba en su espalda. Yahel no comprendía nada. ¿como era posible que Crarthiel estuviese vivo? ¿Como podía estar tan recuperado como para montar en ese animal, al parecer nada dócil? Y por último ¿como en dos segundos había podido observar tantos detalles? Justo cuando Yahel llegó a Dalaran el Mago apremió un hechizo y el Portal desapareció.

Crarthiel permanecía sobre el caballo negro ajeno a todo el alboroto que había a su alrededor. Los No-Muertos se daban un festin con los soldados huídos, pero uno de ellos reconoció a Crarthiel.

Le conocía bien, habían luchado juntos durante la Segunda Guerra contra los Orcos antes de que Lunargenta se uniera a la Horda. "¡Crarthiel hermano, ayudame por lo que más quieras!" Crarthiel miró al Humano con indiferencia, varios Zombies lo acorralaban listos para comenzar con su terrible ritual caníbal pero Crarthiel les hizo un gesto y retrocedieron." El Humano quedó atónito. "Crarthiel... ¿que ocurre aquí?" Crarthiel bajó del Córcel y se acercó al Humano hasta que casi podía sentir el látido agitado de su corazón. "Hermano dices... Yo no tengo hermanos pequeño soldadito" Dicho esto, Crarthiel miró al suelo y al momento alzó la mirada al cielo, murmuró unas palabras y el suelo bajo el Guerrero Humano se comenzó a descomponer, un dolor insoportable se adueñó de las extremidades del pobre soldado, entonces Crarthiel alargó un brazo y una espiral verdosa salió disparada hacia el Humano agarrotando sus musculos, éste cayó de rodillas muy debilitado. "Ahora siente el abrazo de la Muerte" Crarthiel desenfundó su Hoja de Runas y golpeó con fuerza el hombro del guerrero amputandole un brazo después hizo lo mismo con el otro. El hombre apenas podía sentir nada, el dolor era tan intenso que ya no podía sentirlo. Crarthiel le miró con desprecio. "Ahora estas listo para morir" Tras estas palabras, Crarthiel escupió a la cara del Humano y le atravesó el corazón.

"Pronto todos conocereis la ira de los Caballeros de Acherus, estúpidos seres vivos..."

Dicen las leyendas que aún hoy se escuchan sonar los cuernos de batalla de Acherus en las calles de la ciudad. Incluso en una de ellas se puede escuchar el eco de la voz del soldado que allí murió asesinado y traicionado por el primer Caballero de la Muerte de Acherus: Crarthiel Arroyo-Umbrío.


Última edición por Reden el Jue Sep 03, 2009 5:34 pm, editado 1 vez
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Mensaje  Reden Jue Sep 03, 2009 5:25 pm

Capítulo 5: Cuando la oscuridad avanza...


Era un día como otro cualquiera desde que comenzaron los sucesos extraños. Noticias confusas llegaban a diario desde el frío norte. Noticias sobre un ejército de No-Muertos que arrasaba todo a su paso. Otros rumores hablaban sobre una supuesta traición del Principe humano, Arthas Menethil.

Tambien había quien aseguraba que Lordaeron había caído y que el mismo Arthas había sido el artifice de dicha matanza y que incluso había asesinado a su propio padre. Lo que era seguro era que algo estaba ocurriendo, Lunargenta había quedado practicamente desierta. Todos los magos y guerreros habían partido hacía días.

Erantha en ocasiones se preguntaba dónde habrían ido pero era aún una simple aprendiz. En alguna ocasión trataba de sonsacar información a su mentor pero a cambio solo recibía una mirada condescendiente y algun coscorron. "¿No tienes asuntos importantes que atender ahora mismo Erantha?". Siempre era la misma respuesta.

El Sol comenzaba a ocultarse tras las torres de márfil de Lunargenta y Erantha, ocupada en su búsqueda de carne de Lince apenas le daba importancia. A pesar de que mucha gente le había advertido que el Bósque de noche era bastante peligroso, ella era, quizás, demasiado segura de si misma, o tal vez, demasiado temeraria.

Ante ella, un enorme macho de Lince se frotaba el lomo contra un gran árbol, "ya eres mío pequeño..." pensó ella. Lentamente y tratando de no llamar la atención de la bestia, se colocó junto a otro árbol, sacó una tosca flecha con bastante mala pinta y la colocó lentamente en el arco. Apuntó... y justo en ese momento el Lince, asustado por algún ruido que la Elfa había ignorado totalmente huyó entre los arbustos. "Maldita sea...no pienses que vas a escapar tan facilmente de mí..." dijo Erantha para si misma. Caminó casi quinientos metros por una pequeña senda hasta llegar a un cruce donde convergian varios caminos.

Durante algunos momentos dudó entre volver a la ciudad o seguir con la caza. Mientras ella pensaba en qué hacer, el Lince apareció corriendo, casi pasó por encima de la Elfa que cayó de bruces empujada por el felino. "¡Maldito seas, vuelve aquí!" Exclamó Erantha visiblemente irritada.

Justo en ese momento decenas de animales aparecieron detrás de la Elfa en estampida. "¿Pero...que?" Algo extraño ocurría, ¿A dónde iban todos esos animales? ¿De que se supone que huían? Realmente...¿Huían? Demasiadas preguntas para la mente inquieta de una joven con ganas de aventuras, y demasiado extraño el suceso... Erantha corrió hasta su Halcón Zancudo, montó sobre él y se dirigió hacia el sur.

Después de cabalgar durante casi una hora, la Elfa se dió cuenta de que estaba totalmente desorientada. El Bosque parecía distinto, el ambiente parecía más enrarecido y el aire estaba muy viciado. Se detuvó e intentó escuchar atentamente, pero no oyó ni un solo ruido. Descendió del Zancudo y se agachó en busca de algún tipo de huella de animal, pero las únicas que encontró se dirigian precisamente al lugar del que ella venía, hacia el norte. Así que decidió seguir a pie por el sendero que conducía hacia el conocido como "Desfiladero Thalassiano". Anduvo durante más de tres horas. Finalmente, pensó que lo mejor sería volver con su maestro y contarlo lo sucedido.

Al llegar a Lunargenta, Erantha comprobó que realmente algo iba mal. Los pocos Guerreros que se habían quedad para hacer de Guardias de la ciudad corrían de un lado a otro, la gente corría a sus casas como alma que lleva el diablo, la Corte del Sol había sido totalmente cerrada y todos los soldados corrían en dirección a la Plaza del Sol. Erantha corrió hasta el refugio dónde los Errantes y los Caballeros de Sangre compartían campo de entrenamiento. Lo siguiente que pudó observar, finalmente, la convenció que lo que se avecinaba era algo muy serio. La General Forestal, Sylvanas Brisaveloz, daba ordenes a un nutrido grupo de cazadores y pícaros, junto a ella Lor'themar Theron, otro de los Señores Forestales, trataba de organizar otro grupo de apoyo.

"Mi señora, ¿que ocurre?" preguntó asustada Erantha, pero Sylvanas ni tan siquiera reparó en ella. Instantes después Sylvanas y sus soldados salieron apresuradamente del recinto de los Errantes en dirección a la entrada principal de la ciudad. De repente la ciudad quedó en silencio. Erantha, sola en medio de la Plaza del Errante y sentada en un banco de madera miraba las estrellas y trataba de no pensar en lo que podría estar ocurriendo. La noche era cálida y la cazadora no tardó mucho en quedarse dormida en el banco, acompañada solamente por una araña gigante, que ella misma había adiestrado para llevarla en sus aventuras junto a ella.

De repente un estruendo enorme despertó a la Elfa, "¿que ocurre?" Erantha miró a su derecha, una Elfa de sangre, con bastante mala pinta yacía sentada junto al banco donde dormía Erantha atrapada por una seda de araña. Erantha miró con cara rara a su compañera y después a la Elfa, "Quizá deberías explicarme porqué Lady te ha atrapado en su seda...¿no crees?" La otra pícara miró distraidamente hacía un edificio cercano mientras intentaba excusarse "Verás...yo... bueno..." Erantha comenzaba a perder la paciencia "Ya se, tratabas de robarme mientras dormía ¿cierto? Tienes toda la pinta de pertenecer a uno de esos grupos de bandidos y pícaros que rondan por el Frontal de la Muerte..." La pícara se vió sin salida y admitió "Tienes razón, trataba de sacarme algunas monedas para pagarme algo de comida y una buena cama dónde dormir esta noche..." De nuevo ese estruendo alertó a Erantha. "¿Que es eso?" preguntó la cazadora algo nerviosa. "Ni idea llevó oyendolo desde hace un buen rato" dijó la pícara con desdén.

"Vamos Lady" apremió Erantha haciendo un gesto a la araña mientras corría hacia la entrada de la ciudad. "¡Eh espera! ¡No me dejes aquí!" exclamó la ladrona. "Así la próxima vez tendrás más cuidado a la hora de elegir una victima a la que robar" respondió la cazadora mientras se alejaba.
Al llegar a la entrada de la ciudad la escena era aterradora. Miles de muertos vivientes y demonios avanzaban destrozando todo lo que se ponía a su paso. Sylvanas y algunos guardabosques luchaban contra ellos apoyados por algunos grupos de caballeros de sangre y magistrix. Frente al ejército de no-muertos Erantha pudo distinguir la figura de un "caballero" oscuro, con una gran espada rúnica en una de sus manos montado sobre un caballo esquelético.

Tras las primeras filas de muertos vivientes unas enormes máquinas grotescas y cubiertas de cadáveres lanzaban algo contra los muros de la ciudad élfica. De repente, una torre se derrumbó tras Erantha cerrandole el paso de vuelta. Pero estaba demasiado asustada como para luchar, así que corrió, corrió todo lo que pudo en busca de su maestro. Alejandose de aquel caos podía oir los gritos y el choque del metal. Los muros de Lunargenta se tambaleaban y los alaridos de los muertos helaban la sangre de los vivos, nunca había pensado que algo así pudiese existir. Aquello superaba con creces los cuentos e historias que había oído sobre los terribles Orcos y los sanguinarios Trolls. Y de repente un grito hizó que Erantha quedase totalmente inmovil y aterrada "¡Rendíos malditos elfos, la Muerte en persona ha venido a reclamar la casa Alta de los Elfos!"

Erantha temía por su tierra, por su ciudad, por su vida y por los suyos, "Debo darme prisa, Liarthen debe saber lo que ocurre cuando antes" Erantha corrió con todas su fuerzas y finalmente llegó a la choza en la que habitaba su primer maestro, un Cazador veterano de las dos Grandes Guerras contra la Horda Orca ahora retirado y reconvertido en Instructor de Cazadores, éste vivía en medio del Bosque en una gran Cabaña. Pero la cabaña estaba derrumbata casi totalmente, Erantha abrió la puerta de una patada "Ah maestro, aquí estás" Liarthen permanecía de espaldas a la puerta mirando a la chimenea que aún conservaba algunas brasas calientes. "Maestro, algo terrible está ocurriendo, un ejército de muertos vivientes nos ataca, ¡estan a las puertas de la ciudad!" Erantha estaba muy asustada y muy nerviosa pero su maestro no se inmutó. "¿Maestro?" Erantha puso la mano en el hombro de Liarthen y trató de hacerle girar pero en ese momento el Elfo se desplomó en el suelo, una enorme gubía yacía clavada en su estómago dejando a la vista parte de sus organos. La Cazadora estaba muy asustada y ya no sabía a dónde acudir, salió de la choza cabizbaja, los gritos habían cesado y el Sol comenzaba a despuntar sobre las montañas del Sur. Erantha miró hacia su amada Lunargenta, pero a diferencia de lo que era costumbre, las grandes torres de márfil no reflejaban el brillo puro del Sol, ni el oro de las agujas que en dichas torres despuntaban resplandecía como era habitual. Columnas de humo y llamas ahora era lo único que se veía.

Pero algo más había cambiado, en el camino principal que venía desde Lunargenta hasta la última avanzada más al sur, ahora no había hierba, ni arboles, no había nada. El color de la tierra ahora era negro, restos de máquinas de guerra y cadáveres ahora poblaban el suelo. El Alba había traído la calma a Quel'thalas, pero tambien había traído la muerte y la desolación. Horas más tarde, cuando Erantha regresó a la ciudad el mazazo fue peor aún. La Fuente del Sol había sido destruida, y más de la mitad de los defensores habían muerto y sido resucitados como necrófagos y esquelétos al servicio del ejército invasor.

El pesar en el corazón de Erantha, ahora, se comenzaba a convertir en odio.


Edit: Aunque penseis que esto no tiene nada que ver con la historia de los Paladines, pronto vereis que si Razz espero que os guste y a ver si os animáis a escribir algo! smuakss
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Mensaje  Ghazkulltraka Vie Sep 04, 2009 9:54 am

sisisis realmente escribes muy bien sigue asi ke ten por seguro ke las leere (no se muxo sobre el mundo del wow porke llevo poco tiempo jugando pero mañana por la mañana creare un post sobre el mundo del wow) y de paso me lo leere y escribire algo mas adelante (seguramente el prota sera orco jajajaja....loktar) Wink
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Mensaje  Reden Sáb Sep 12, 2009 1:12 am

Capítulo 6: "La Daga Furtiva"


Todo parecía sumido en la oscuridad más profunda. Erantha llevaba horas andando por las afueras de Lunargenta en busca de alguien, pero parecía estar completamente sola. Poco a poco el cansancio empezaba a hacer mella en la Elfa. Finalmente, cabizbaja se dirigió hacia la ciudad. Abrió la puerta cuidadosamente decorada con oro y madera y entró en casa.

Dentro todo parecía normal, a excepción de alguna pieza de cerámica que había caído del estante donde se encontraba debido a los temblores que habían provocado las máquinas de asedio enemigas, Erantha estaba exhausta y confusa. El panoráma afuera era algo sobrecogedor, Erantha llenó un barreño con agua de una fuente que había en el patio trasero y después vertió el agua en una enorme bañera de marfil.

Tras el baño, se tumbó en la cama, las sabanas de seda ya no le confortaban, durante largo rato permaneció mirando al techo y pensando. "¿porque a nosotros? ¿quien eran? ¿de dónde salieron?" Tantas preguntas sin respuesta era algo mucho peor que una auténtica guerra declarada. Pero este enemigo había surgido de la nada, ni tan siquiera tenía algun enemigo en concreto al que señalar y culpar de lo sucedido. Después de un rato Erantha sucumbió a la fatiga y se durmió.

El Sol entraba por uno de los ventanales de la habitación, Erantha comenzaba a reaccionar y desperezarse. Entre abrió los ojos y algo se movió agilmente junto a la cama. De un salto la Elfa se puso en pie y fué rapidamente a por su arco, pero no estaba en su sitio. Lentamente y con la espalda pegada a la pared se dirigió al salón principal, un lugar lleno de trofeos de caza, con las paredes cubiertas por madera y una enorme chimenea al pie de la cuál se hallaba una enorme piel de tigre blanco. Erantha buscó entonces una enorme espada que guardaba escondida junto a la chimenea, pero tampoco estaba.

La cazadora estaba nerviosa, temía que los No-Muertos hubiesen vuelto y estuvieran buscando supervivientes en la ciudad. Salir de la casa, por lo tanto, sería algo más peligroso, de repente una sombra se deslizó junto a ella colocando una daga en su cuello y otra en su espalda. "Ajá, te pillé" susurró una vez femenina al oído de Erantha. La Elfa estaba paralizada de miedo "¿Que demonios quieres de mí?" Tartamudeó Erantha "No más que mi pequeña venganza maldita guardabosques". Gracias a un espejo que colgaba en una pared enfrente de ella, Erantha pudo ver a su atacante. Era aquella ladronzuela de la Plaza del Errante que le había intentado robar justo antes del ataque de los No-Muertos.

"Así que eres tú, maldita ladrona..." las palabras de Erantha irritaron a la otra Elfa. "¡No soy ninguna ladrona! Tengo nombre..." La pícara golpeó con la empuñadura de una de las dagas a Erantha en un hombro haciendola caer. "Claro que no, por eso te has colado en mi casa y has robado mis armas, sin contar con lo que tratabas de hacer en la Plaza del Errante ¿verdad? ¿Tu nombre es ladronzuela?" Esta vez la Pícara se puso delante de la Cazadora y soltó una carcajada "No, mi nombre es Tharia" mientras decía esto, la Pícara, hizo una reverencia burlona. Erantha aprovechó el exceso de confianza de la ladrona para alcanzar una enorme barra metálica que normalmente utilizaba para avivar las brasas de la chimenea e intentó golpearla.

Durante varios minutos intercambiaron golpes, en un descuido de la Cazadora, Tharia dejó ir una daga demasiado. La daga se deslizó entre las costillas de Erantha. El dolor era indescriptible, los músculos parecían deshacerse y la sangre comenzaba a brotar de la herida. Erantha miró a los ojos de Tharia y cayó de bruces con una mano tapando la herida y tratando de no gritar de dolor.

Tharia contemplaba la escena petrificada "lo....lo.... lo siento, yo no quería llegar tan lejos" pero Erantha no podía articular palabra, el veneno que contenía la daga se extendía destrozando el interior de su cuerpo. Finalmente Erantha cayó inconsciente, mientras cerraba los ojos le asaltó un pensamiento casi irónico "He sobrevivido al ataque despiadado de un ejército organizado de Muertos Vivientes para morir a manos de una ladronzuela de los suburbios..."

Todo se tornó frío y las mejillas de la Cazadora palidecieron. Un pequeño charco de sangre iba creciendo en el suelo y el ruido de las pequeñas campanas que adornaban las ventanas de la casa parecía alejarse en la eternidad del tiempo.

Tharia no sabía que hacer, acababa de asesinar a una compatriota en su propia casa y sin razón alguna. Si alguien se enteraba sería acusada de traición y asesinato deliberado y como mínimo desterrada. En un último aliento, Erantha consiguió decir unas palabras "ayudame" Tharia corrió en busca de ayuda. Salió apresuradamente de la casa y justo al abrir la puerta se golpeó contra algo que le hizo caer de espaldas. "¡Eh ten más cuidado maldito!" Tharia se encontraba en el suelo pero su mal humor salía a relucir una vez más, esta vez el objetivo era un Elfo de Sangre con una túnica blanca que pasaba por allí "Disculpe señorita, pero tal vez debería cuidar sus modales." Tharia alzó el puño en señal de desafío pero entonces la imagen de Erantha agonizando le hizo volver en si. "Por esta vez te libras porque necesito un médico, sino..." Tharia se levantó y cuando iba a salir corriendo hacia la Corte del Sol el Elfo de Sangre la interrumpió "¿Un médico? ¿Te ocurre algo?" Tharia miró con desconfianza al Elfo, una de las primeras cosas que aprendió en los suburbios fue precisamente a no confiar en nadie.

"Eso depende de si eres médico" dijo la Pícara con desdén "Vaya, no soy médico, soy Sacerdote..." Tharia cogió la mano del Elfo y tiró de él sin dejarle terminar la frase "Calma, my lady creo que vais demasiado apresurada por la vida..." Cuando llegaron al interior de la casa Tharia temía que fuese demasiado tarde. "¿Que ha ocurrido aquí?" Preguntó el Sacerdote asombrado por la escena. "Ayudala porfavor, fue un accidente..." El Sacerdote sintió la culpabilidad en la voz de Tharia. "Verá señorita, si no me explica que es lo que ha dañado a esta joven, poco podré hacer por ella" Tharia se apresuró en explicarle lo ocurrido al Sacerdote "Bien, muestrame la daga que atravesó su riñón" Tharia comenzaba a estar muy nerviosa "Ajá, ya veo... veneno entorpecedor, doloroso, pero no mortal. Se pondrá bien, pero haré que se acelere el proceso"

El Sacerdote murmuró unas palabras y un brillo dorado surgió de sus manos que se encontraban a unos poco milímetros de la herida de Erantha. La Cazadora tosió y sus mejillas volvieron a adquirir ese color rojizo de siempre. Tharia suspiró aliviada viendo que Erantha seguía viva. "Ahora es misión tuya cuidar de ella mientras se recupera" El Sacerdote se levantó y se dirigió a la puerta dispuesto a marcharse "...Y la próxima vez trata de no atravesar el organo de nadie a no ser que realmente sea necesario." Tharia se sintió como una niña cuando es reprendida por su padre después de haber hecho algo malo pero se limitó a asentir con la cabeza avergonzada.

Se dirigió hacia donde se hallaba Erantha y la ayudó a incorporarse, la acompañó a la cama y la acostó. "Voy a por algo de agua, no te muevas" Minutos después cuando Tharia volvió con el agua Erantha había recuperado el concimiento. "No se que ha ocurrido, pero juraría que has intentado matarme" Tharia estaba en la entrada de la habitación cabizbaja y muy avergonzada "Verás yo..." Erantha la interrumpió "No importa, el Sacerdote en su oración me ha contado todo." Erantha a pesar de todo era comprensiva y podía sentir el sentimiento de culpabilidad que asfixiaba a la Pícara. Era demasiado joven para usar esas armas... "Ven aquí" Tharia se acercó y se sentó en la cama ofreciendo el vaso de agua a Erantha. Ésta lo cogió y bebió "Eres demasiado joven para usar esas dagas, no son juguetes Pícara"

Tharia asintió pero sabía que la riña no había terminado "Si no hubiera sido por ese Sacerdote podrías haberme dejado paralítica, ¿lo sabías?" Estas últimas palabras aumentaron la sensación de culpabilidad de Tharia que rompió a llorar "Yo no pretendía hacer daño a nadie, de veras" Erantha abrazó a Tharia, "no te preocupes, todo ha pasado y de los errores es de lo que debemos aprender"

Después de un rato conversando las dos Elfas se dieron cuenta de que como amigas tenían mucho más futuro que como enemigas, pero entonces Erantha cayó en algo "un Elfo de Sangre... paseando por la ciudad..." un pequeño brote de esperanza afloró en el fondo de su corazón "Erantha recuerda que aún no puedes moverte, según dijo el Sacerdote deberás guardar reposo al menos durante dos días" La Cazadora asintió y se volvió a tumbar "Y tú deberás cuidar de mí durante esos dos días ¿cierto?" Las dos Elfas comenzaron a reir mientras el Sol desaparecía y la Luna se alzaba.

Erantha había sobrevivido una vez más.
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Mensaje  vazca Dom Sep 13, 2009 11:53 pm

Erantha, veo que te quedan muchas batallas por contarnos y muy buenos ratos por regalarnos. ¡¡ Cómo me alegro que salgas al paso de todas las vicisitudes !! L@s elf@s son inmortales ¿ verdad ?
Tendrás que contarnos cuál es tu mascota y qué montura llevas ¿ noo? XDD

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Mensaje  Ghazkulltraka Miér Sep 23, 2009 12:55 pm

Extractos del libro de demonologia de la cruzada escarlata pag 1246


En la parte superior de una torre increiblemente alta y delgada, es una camara construida con cristal y magia pura, Khanok el invadeable, se sentaba sobre su trono de llamas. Estaba solo, pensativo y meditabundo, envuelto en las danzantes luces magicas y en la neblina multicolor de sus propios pensamientos. Estos formaban imagenes y letras de fuego, gracias a las cuales podia estudiar todo el mundo a la vez.

Las formas de personas y lugares parpadeaban y se desvanecian ante los ojos de diamantes del Gran Demonio. Veia los destinos de las naciones, la lucha de los mortales, el fracaso de las esperanzas. Con infinita fascinacion, el Señor demonio estudiaba la vida de los mortales, sus ojos penetraban en todas las almas, revelando las esperanzas y miedos mas profundos. Con curiosidad infantil observaba los habitos insensatos de los habitantes de ese mundo que habia elegido entre la multitud de estrellas. Algunas veces Khanok enviaba su omnipotente voluntad, tocando las almas de los mortales, retorciendo y corrompiendo el curso natural de los acontecimientos.

Habian pasado mil años desde que se habia movido por ultima vez. Quizas no era mas que un parpadeo para un demonio, pero Khanok estaba aburrido. Desplego sus enormes alas y su tono se volvio escuro, adaptandose al humor del demonio. Khanok se levanto de su trono. Habia llegado el momento de cambiar el mundo para siempre.



Extractos del libro de demonologia de la cruzada escarlata pag 1847


Estad atentos un Gran demonio llega completamente preparado para la guerra. A su paso, los arboles rugen su rabia hacia el despiadado cielo y las piedras se retuercen de odio. Persigue a los enemigos de su Señor, porque su alimento es la carne mortal y su vino, las almas de los mortales.

Ha sido equipado para la batalla por su amo. En su mano izquierda se lamenta un demonio, encerrado en el interior de una espada. Su cancion de sangre y odio resuena por delante de el, y satura el cielo con un terrorifico sonido que hace agitar a los muertos y mata a los vivos.. En su mano derecha se encuentra una manada de demonios, todos cazadores, esperando el momento de ser liberados, sedientos de sangre y del sabor de las almas inocentes.

Tras el Gran demonio esperan las legiones de su amo, equipadas con armaduras estriadas y recubiertas de oro, mas brillantes que el sol y mas oscuras que la medianoche. Cada uno aferra una aullante espada, y todos ellos gritan de forma disonante con su espada. Cada uno se une al coro, una promesa peor que la muerte para aquellos que la oyen. Por encima de ellos se alzan los sangrientos estandartes de su Amo. Bajo los pies de la demonios incluso la tierra se estremece, como si buscara escapar a su presencia.

Estad atentos, el Gran Demonio esta al llegar y el tiempo de la afliccion caera sobre todos nosotros.
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Mensaje  Reden Dom Sep 27, 2009 1:09 am

Capítulo 7: Que fugaz es la vida...

Todo habia transcurrido muy rapido. La caída de Lunargenta y Canción Eterna, la emancipación por parte de los Altos Elfos de la Alianza, la muerte de Sylvanas...

Erantha, sentada junto a una fuente pensaba en todo y la cabeza le daba vueltas. A su alrededor todo estaba tranquilo y en silencio. Lo que antaño era una plaza concurrida y ruidosa ahora se había convertido en un lugar desierto y silencioso.

Por más que pensaba y buscaba una explicación no la encontraba. En medio de sus divagaciones una figura se acerco a ella. Se trataba del General Guardabosques, Lor'themar Theron. Ahora, tras la partida de Kael'thas Caminante del Sol, Lor'themar se encargaba de la regencia de Quel'thalas.
"Siento la pesadumbre en ti hermana, más no debes estar triste, Quel'thalas será eterna, debemos ser fuertes" Dijo el Señor Regente. "Lo se mi señor, pero siento que nos encontramos indefensos ante la oscuridad que crece en el este..." Lor'themar asisntió con la cabeza. "Es cierto, los Altos Elfos no atravesamos nuestro mejor momento, pero debemos resisitr, Kael'thas regresará pronto, y debemos conservar nuestra entereza para entonces. Estoy seguro de que cuando él vuelva sabrá como guiarnos hacia nuestro destino."

Erantha estaba muy desanimada y no veía las cosas tan claras como Lor'themar pero trató de complacer sus buenas intenciones. "Si mi Señor..." El Regente notó la frialdad en la voz de la Cazadora "Erantha, se que algo te angústia, y lo comprendo, todos hemos perdido mucho en este repentino ataque, pero debemos tener fé. Si no lo hacemos no nos queda nada." Erantha rompió a llorar. "Mi Señor, no quiero ofenderos, pero llevamos demasiado tiempo sin noticias de Kael'thas, comienzan a oirse rumores que hablan de un acuerdo entre él y el Demonio Illidan..." Lor'themar interrumpió a Erantha. "Pequeña, estas equivocada, Illidan no es ningún Demonio. Si bien es cierto que es un ser maligno, solo es un Elfo de la Noche avaricioso y ansioso de poder."

Las palabras del Regente no consolaron a Erantha que se levantó y se dirigió a casa, no sin antes hacer una reverencia como despedida a su superior. Antes de que la cazadora marchase Lor'themar la interrumpió "Erantha... Debo pedirte algo" dijo en un tono sombrío "¿Si mi Señor?" Lor'themar se puso en pie con los brazos cruzados "Uno de nuestros mejores Magistrix... se ha unido al enemigo... Drak'han. Al sur del Bosque Canción Eterna hay un antiguo puesto de guardia que ha sido tomado por las fuerzas de los No-Muertos. Debes dirigirte allí con un pequeño grupo de incursión y retomar ese puesto para Quel'thalas. Es de vital importancia." Erantha estaba sorprendida, ¿como podía pedirle algo así a ella? Solo era una cazadora inexperta y demasiado joven como para una misión tan peligrosa "Pero Señor..." Lor'themar la interrumpió antes de que acabase "Verás Erantha, enviaría gustoso a mis fuerzas de élite pero dadas las circunstancias no podemos permitirnos el lujo de dejar Lunargenta desguarnecida. La Alianza clama venganza contra nosotros, Kael'thas está desaparecido, los No-Muertos campan a sus anchas por Quel'thalas y los Trolls Amani nos hostigan desde su fortaleza en el Bosque. No podemos permitirnos dejar la ciudad indefensa"

Erantha lo comprendió todo rapidamente, dejar Lunargenta sin defensa sería una derrota total casi segura. Los Altos Elfos se habían ganado demasiados enemigos desde su llegada a Quel'thalas. "Está bien Señor, haré todo lo que esté en mi mano." Lor'themar sonrió a la cazadora "Sé que lo haras pequeña." Dicho esto, el Señor Regente de Quel'thalas se alejó en dirección a sus aposentos en la Corte del Sol. Erantha estuvo un rato pensando en como reunir algunas fuerzas para ir en busca del traidor Drak'han. De repente un nombre le vino a la cabeza "Tharia" la pícara que pocos días antes la había ayudado en su recuperación y de la cuál había terminado siendo amiga seguramente estaría más que dispuesta a ayudarla.

Erantha se dirigió a casa de Tharia y le contó todo. La pícara no dudó un segundo. Tomó sus dagas y miró a Erantha "Acabemos con esto cuanto antes." Erantha sonrió. "Eres valiente Tharia, de eso no hay duda, pero mucho me temo que necesitaremos la ayuda de alguien más." Tharia frunció el ceño e hizo una mueca con desdén "¿Acaso pensabas que no había caido en eso?" dijo con sorna "Sigueme"

Tharia guió a Erantha por los suburbios de Lunargenta y finalmente llegaron a una zona oscura y húmeda de la ciudad. "Aquí es" dijo la pícara. Tocó en el portón y un Goblin andrajoso se asomó por una ventanilla "¿Quien llama?" Dijo con una voz aguda y repelente "Soy yo Draubre" Respondió la pícara "Ah mi Señora, adelante..." El portón se abrió y ante las dos elfas se descubrió un local abarrotado de gente y humo. Varias mesas se distribuían por el local y sentados en ellas, algunos ladrones y asesinos de los bajos fondos apostaban y jugaban a las cartas. "No te separes de mí" susurró Tharia a Erantha. La cazadora estaba algo inquieta en un lugar así.

"Tharia ¿que buscamos aquí?" Preguntó Erantha algo molesta por el panorama."Tranquila, tú sigueme y no preguntes. Ahora voy a ir allí y voy a hablar con el tavernero, tú espera aquí" Erantha asintió con desgana y Tharia se dirigió a la barra del lúgrube local. Tras varios minutos volvió. "Vamos, Jaen nos recibirá" Dijo la pícara "¿Jaen? ¿Quien es Jaen?" Respondió la cazadora. "No hagas preguntas ¿recuerdas?" La situación comenzaba a incomodar demasiado a Erantha, pero debía cumplir la voluntad de Lor'themar, así que sin más dilación siguió a Tharia. Tras un tiempo que se hizo eterno para Erantha, un personaje apareció de entre la multitud que se encontraba en el local.

Las dos Elfas estaban sentadas en una mesa esperando y el Elfo se sentó junto a Tharia "Vaya, vaya ¿que tenemos aquí? Dos chicas en apuros ¿cierto?" Dijo el Elfo en un tono que no agradó a Erantha. Tharia lo miró y se rió "¿Y quien dijo que solo estemos nosotras en apuros Jaen?" El Elfo hizo un gesto despreocupado con la mano señalando a la muchedumbre "Como verás mi negocio va viento en popa, no soy yo quien debe preocuparse querida, o... ¿si?" Dijo en un tono socarrón "Mucho me temo que tu negocio no durará mucho si los No-Muertos arrasan la ciudad" Respondió secamente Erantha. El Elfo la miró fijamente. Un pañuelo cubría su rostro y una capucha su cabeza. Lo único que dejaba entrever eran sus ojos verdes y un enorme mechón de pelo de tono blanquecino que caía sobre su frente. "¿Que quereis decir mylady?" Erantha sacó de su zurrón una nota con el sello real de Quel'thalas y se la mostró a Jaen. "Así que Lunargenta precisa de los ladrones de los suburbios para controlar a sus enemigos..." Dijo con tono sarcástico Jaen.

"Jaen esto no es ninguna broma. Los No-Muertos acechan en las afueras de la ciudad. La única manera de controlarlos y expulsarlos es acabando con Drak'han" Respondió Tharia algo molesta por la actitud despreocupada de su amigo. "Bien entonces, hablemos de dinero..." Erantha se levantó y sacó una espada de detrás de su tabardo, pero antes de que pudiera hacer nada más varias dagas se apuntaron en su cuello "Amiga mía, creo que eso no sería una buena idea" se mofó Jaen "Preferís morir asesinados por una horda de muertos vivientes por lo que veo" Jaen se dio la vuelta dando la espalda a las dos Elfas "No es exactamente así querida. Pero Quel'thalas, digamos que nunca ha ayudado a nuestra comunidad..." Erantha estaba realmente enfadada. "Por cierto, te recomiendo soltar tu arma antes de que alguno de mis hermanos se enfade de verdad" La cazadora finalmente cedió y dejó caer el arma.

"Eso está mucho mejor querida" Dijo el ladron con tono burlon. "Bueno ¿nos ayudarás o no?" Dijo Erantha muy irritada por la situación "Por supuesto... a cambio de una debida recompensa..." Justo cuando Erantha iba a espetarle lo que opinaba sobre él y su sociedad de ladrones Tharia intervino "Está bien Jaen. Yo te pagaré tus honorarios. Solo acompañanos, acabemos con esto y te daré 20 monedas de plata" Jaen sonrió "Es pan comido pequeña..." Minutos después, Erantha, Tharia y Jaen se dirigían hacia el lugar ahora conocido como Muertehogar o Ciudad de la Muerte. Lo que antaño fué el último puesto de vigilancia de Quel'thalas en su frontera con el reino humano de Lordaeron ahora dominado por las fuerzas de los No-Muertos y comandado por un Alto Elfo que se había vendido al enemigo.

Justo antes de desmontar de sus Halcones Zancudos, Erantha sacó la nota que Lor'themar le había hecho llegar con las instrucciones de lo que debían hacer y algo llamo poderosamente su atención. Algo en lo que anteriormente no se había fijado. La nota había sido lacrada con el sello de Sylvanas Brisaveloz... Pero había algo aún más desconcertante... La firma del Sello era la de un tipo de Casa Real y se podía leer "Reina Alma en Pena" y junto a dicha firma el emblema de la capital de la nación Orca de Orgrimmar, es decir, de la Horda. Erantha no comprendía nada, pero al parecer, las ordenes que le había asignado el Señor Regente de Quel'thalas eran ordenes de la mismísima Horda, pero no eran ordenese de ningún Orco, sino de una tal Reina Alma en Pena.

Sea como fuere, Drak'han merecía morir por traidor.
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Mensaje  Reden Miér Oct 21, 2009 1:29 am

Capíulo 8: Brisaveloz debe capitular...

Después de alejarse de los muros de Lunargenta, Jaen comenzó a cavilar. "¿En que piensas?" Preguntó Tharia, pero el pícaro solo hizo un gesto despreocupado y siguió inmerso en sus pensamientos durante un rato. Cabalgaron varias millas hasta una zona donde el bosque perdía su tono verdoso y donde el susurro incesante, el mismo que le otorgaba el nombre de Canción Eterna se perdía entre extraños sonidos y leves gemidos lejanos.

Erantha detuvo a su montura y se giró hacia sus compañeros. "Conozco un aldea cerca de aquí, nos daran cobijo y alimentos" Así hicieron, y pusieron rumbo a la aldea de Tranquillien. "No recordaba estos bosques.... no de esta manera" murmuró la cazadora. "Nada es como era..." respondió Jaen en un tono angustiado. A medida que se adentraban en el bosque, todo se volvía cada vez más oscuro. La mayoría de arboles y plantas carecían de vida, y los animales parecían estar enfermos y famélicos.

"Al fin, Tranquillien." suspiró con alivio la cazadora. "Un momento ¿quien son esas...cosas?" Advirtió Tharia. "No-Muertos... sin duda..." respondió Jaen tan sorprendido como sus compañeras. A medida que se acercaban a la aldea comenzaron a divisar a un grupo de No-Muertos dialogando con algunos Elfos de Sangre. "Esperad aquí, volveré enseguida" ordenó Erantha.

La cazadora se aproximó al Arcanista al mando de la aldea "Saludos mi Señor, mis compañeros y yo venimos desde Lunargenta en misión secreta para el Señor Regente, Lor'Themar Theron, agradeceriamos poder descansar y comer algo si no es molestia." El Arcanista la observó con una mirada sombría. "Por supuesto mi Lady, y no temais, los Renegados han sido enviados para ayudarnos" Erantha frunció el ceño "Mi Señor, son No-Muertos... igual que los que arrasaron Lunargenta hace pocos días" el Arcanista tomó a Erantha por el brazo y la retiró un poco del resto de la gente "Al parecer, un grupo de esos No-Muertos, se ha liberado del control de su amo, Arthas Menethil, y ahora sirven a cargo de una tal Reina Alma en Pena, estamos tratando de averiguar más, pero de momento no puedo contarte gran cosa" murmuró el líder de la aldea. Erantha asintió "Ahora, decid a vuestros amigos que vengan, os llevaré a la taverna y allí os daran cama y comida sin duda"

Erantha comunicó a sus amigos la situación y decidieron pasar por alto este suceso por el momento. La misión que les ocupaba era más importante que un pequeño grupo de No-Muertos en una aldea.

Al amanecer, Tharia y Erantha ya preparaban sus monturas para salir hacia Muertehogar, "Vaya Jaen, por tu actitud cualquiera diría que te preparas más para un día de pesca en la Bahía del Botín que en ir a dar caza a un traidor..." refunfuñó Tharia al ver a su amigo aparecer desperezandosa mientras ellas llevaban cerca de dos horas haciendo los preparativos para su partida. Jaen cogió la mejilla de Tharia y la movió como su fuese un jueguete, la pícara solo respondió alzando el puño y mordiendose el labio en señal de protesta.

Minutos después, se ponían en marcha. Durante el camino no hablaron mucho. Jaen parecía juguetear con la capucha de cuero que le cubría la cabeza por completo y solo dejaba vislumbrar un enorme mechon de pelo grisaceo. Tharia y Erantha cabalgaban más juntas y de vez en cuando cruzaban alguna mirada, más por incertidumbre que por complicidad. Erantha seguía dando vueltas a todo el asunto de la carta, el sello de la "Reina Alma en Pena", Orgrimmar, No-Muertos en Tranquillien... y de repente... "Hemos llegado, y como ya dije ayer. Nada es como lo recordabamos" dijo Jaen.

Los tres alzaron la vista hacia la antaño avanzada defensiva Thalassiana, ahora renombrada como Muertehogar. Unas enormes murallas de un tono negruzco se alzaban imponentes, adornadas con enormes calaveras de seres desconocidos para los tres compañeros, tras ellas, podían observarse una especa de gases de tono verdoso. Y en el punto más alto, un enorme Zigurat. El lugar donde supuestamente la Plaga daba cobijo y alimento a sus abominables creaciones. "Llegó la hora, sed fuertes hermanos" Con estas palabras Eranta se puso el frente y comenzaron a avanzar.

"Antes vivía aquí cerca..." dijo Tharia esbozando un sollozo "...¿que ha pasado aquí?" Erantha la miró e intentó calmarla. "Pronto lo sabremos, no te preocupes, haremos pagar a quien haya hecho algo así" Jaen miraba la escena algo sobrecogido por la situación, pero solo se le ocurrió una pregunta "¿Tambien vivías en Brisaveloz?" Tharia miró a Jaen como sorprendida "Si...¿tu tambien?" Jaen asintió. "Haremos que paguen por todo lo que han hecho, te lo prometo"

Una vez se encontraron entre los muros de la ciudad de la muerte, imagenes horribles les asaltaron. Enormes demonios arácnidos tejían sedas gigantescas en las paredes, espíritus chillones se arremolinaban por todas partes y moles cosidas de distintos cuerpos avanzaban de forma torpe pero incesante de un lado a otro. "Mirad, ese es nuestro objetivo. El Templo de los Condenados" susurró Erantha. Ocultandose entre la mugre y los restos de objetos y edificios que habían por todas partes, los tres incursores llegaron sin demasiados problemas a la entrada del Templo. "Bien ahora enviaré a Lady a explorar la zona" En unos segundos la Araña se dirigió hacia el interior del Templo.

Pasaron varios minutos mientras Erantha miraba a traves de los ojos de su bestia lo que les esperaba dentro de aquel edificio. "Bien, vamos" Justo cuando se dirigían hacia la entrada, fueron sorprendidos por dos espíritus que nunca antes había visto. Al parecer eran de los conocidos como Sombras, por su habilidad para camuflarse entre las sombras y la oscuridad y pasar inadvertidos hasta que era demasiado tarde. A pesar de que al principio el factor sorpresa dió algo de ventaja a los fantasmas, el rápido regreso de Lady desde el interior del Templo equilibró la lucha. Finalmente los espíritus fueron derrotados y los elfos se infiltraron en el Templo.

"Así que Lunargenta ha enviado carne fresca para mis Demonios de la Cripta" se burló Drak'han al ver aparecer a los Elfos. "Bien, si os han enviado solo puede ser por dos motivos, porque les importáis muy poco, o porque realmente piensan que podréis con las fuerzas de la Plaga. Sea como fuere, ambas razones son buenas para mataros y echaros de comer a mis Demonios" Erantha ordenó cargar a Lady, los tres elfos tambien se lanzaron al ataque, pero había un detalle en el que no se habían fijado. A ambos lados de la sala había unas figuras camufladas, Jaen parecio entenderlo todo... "¡Nigromante!" exclamó mientras evitaba una bola oscura lanzada desde el bastón de uno de ellos. "Corred, son demasiados" exclamó Jaen, Tharia le miró confusa.

Jaen cogió a Tharia de la mano y usando sus dotes de ladrones se esfumaron. Erantha aún más confusa mirab hacia todas partes, y de repente algo pasó volando sobre ella y estampandose contra la pared a sus espaldas. "Lady..." Dark'han se rió socarronamente "Y bien pequeña ¿prefieres una muerte lenta?" dijo mientras se acercaba a la cazadora despacio. Erantha miraba en todas direcciones tratando de buscar algún indicio de donde podían estar Jaen y Thria... pero sin exito. Finalmente Dark'han estuve lo suficientemente cerca.

Erantha desenvainó una daga e intentó clavarsela en el pecho al traidor, pero éste con tan solo un movimiento con su bastón lanzó la daga por los aires. "Me he cansado de este tipo de estupideces elfa engreída" Puso una mano en la boca de Erantha y con la otra extrajo una daga que desprendía lo que parecía ser un líquido morado. "Ahora, comprenderás porque llamamos a este lugar Muertehogar" dicho esto deslizó la daga por el cuello de la cazadora seccionandole la yugular.
Erantha cayó de bruces, todo a su alrededor se tornó frío rapidamente. Todo parecía sumirse en tinieblas y podía oír lamentos y alaridos cada vez más cercanos.

Drak'han observó a la elfa "ya no tienes tantas ganas de jugar ¿verdad? Tranquila, administré un frasco alquímico especial a mi daga, la herida es mortal, pero retrasará tu muerte para que pueda disfrutar viendote retorcerte de dolor" Erantha podía oír y entender todo lo que el traidor decía pero no podía moverse ni responder. Pasó varios minutos en el sueló desangrandose mientras Drak'han la observaba con desprecio desde su trono. A pesar de que trató de aguantar lo máximo posible las fuerzas la abandonaron completamente y en su último parpadeo miró hacia la entrada de la sala del trono de Drak'han, y allí, escondidos pudo ver a Tharia y Jaen, mirando como moría y llorando por ella. Finalmente la cazadora se dejó ir. "Así que pensabas que todo acabaría así... ingenua" Drak'han murmuró un hechizo y una tremenda convulsión hizo desfallecer finalmente a Erantha, que ya no volvería a respirar jamás.

Brisveloz deberá pagar por la cobardía de sus habitantes.
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Mensaje  Away Miér Oct 21, 2009 11:49 am

Me dejas con la boca abierta, mis felicitaciones, makinus!, un besazzzzzoo pasa de vez en cuando xd
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Mensaje  Reden Jue Oct 22, 2009 3:53 pm

Capítulo 9: El dulce beso de la muerte.

Sus ojos se abrieron, todo estaba muy oscuro y en silencio. Se levantó y palpó la pared en busca de alguna antorcha. De repente un alarido ensordecedor hizo que instintivamente se lanzase al suelo de bruces tapando sus oídos con las manos y cerrando los ojos molesta por el grito.

Los volvió a abrir. Centenares de demonios y ánimas se arremolinaban a su alrededor aullando y gimiendo en una extraña mezcla de cólera y frenesí de placer por la posibilidad de consumir una nueva alma. De repente un viento gélido se alzó en torno a ella y la oscuridad dejó paso a una luz roja muy intensa. Del cielo llovió fuego y sangre y los esclavos de la oscuridad se regodearon en la desesperación de la nueva alma.

Un torbellino de pánico y angustia se apoderó de su maltrecho corazón mientras sentía como su alma se rasgaba y se consumía a si misma, presa del dolor y la desesperación. Un enorme ser de aspecto dracónico y demoníaco se acercó a ella: "Ya eres una de las nuestras..." anunció el Señor del Foso con regocijo. De pronto...el silencio y la oscuridad regresaron.

En condiciones normales hubiese sentido tanto miedo... pero no lo sentía, ni angustía, ni pena... No sentía nada. Con sus brazos abrazando sus rodillas permaneció pensativa en el suelo durante horas y finalmente entró en un estado de meditación durante días, algo parecido al sueño de los vivos... pero en la muerte.

Pasaron varios días hasta que Erantha volvió en si. "¿Que ha ocurrido?" se preguntó para si misma con más extrañeza que curiosidad. Se levantó y empujó a un lado la enorme tabla que le cortaba el paso. Como en su sueño todo estaba oscuro y se acercó a un extremo de la sala hasta encontrar una pared, después palpó dicha pared en busca de una antorcha... Toda la sala se iluminó, decenas de antorchas le mostraron su lugar de descanso hasta entonces: "¿Una... cripta?" Erantha sonrió, "así que he estado durmiendo la siesta en una Cripta..." dijo con ironía consciente de lo ocurrido.

Erantha cruzó los brazos por detrás de su espalda mientras daba vueltas observando distraída la sala cuando un pequeño Gnomo demacrado entró, "Así que estais despierta al fin, Lady Jaerlina desea veros mi señora." Anunció el gnomo, "Por supuesto..." murmuró Erantha preguntandose quien demonios sería la tal Jaerlina. "Llevame hasta ella gnomo." Ordenó Erantha.

Ambos caminaron a lo largo de un pasillo húmedo y estrecho que conducía a una escalera descendiente. Al final del pasillo un enorme espejo, presidido por una calavera humana mostró a Erantha su nuevo aspecto. Su antaño pelo amarillo como la luz del Sol, siempre recogido cuidadosamente en una coleta alta ahora se había convertido en un manto oscuro, más negro que la misma noche. Sus mejllas sonrojadas ahora eran pálidas y más finas y sus antaño ojos azules como el cielo ahora irradiaban una luz blanca como la Luna.

A pesar de todo Erantha no sintió espanto ni sorpresa, el gnomo la observó con malícia esperando alguna muestra de sorpresa por parte de la elfa pero solo recibió una patada en el trasero "Camina escoria, llevame ante esa Lady noseque" ordenó la elfa con impaciencia. "Si mi señora, como digais" se apresuró el gnomo. Tras bajar la larga escalera una habitación perfectamente decorada y acojedora les esperaba. "Una libreria repleta de libros... sillones de pluma, restos de comida cocinada encima de la mesa... una chimenea encendida...algo impropio de un muerto viviente" Se mofó Erantha. Ante ella, sentada en lo que parecía ser la imitación de un trono, una mujer con más aspecto de maga humana que llevaba tiempo sin comer que de dirigente de un ejercito de muertos vivientes, la esperaba.

"Sin duda elfa, pues yo no soy ningún muerto viviente. Sentaos porfavor. Grelli, retirate" el Gnomo asintió, pero justo antes de que abandonase la sala, Erantha hizo un gesto con sus manos partiendo el cuello del pequeño gnomo que cayó al suelo muerto. "Vaya parece que este tampoco estaba muerto en vida... una pena sin duda" volvió a burlarse Erantha. "Elfa, yo de tí vigilaría ese tono..." amenazó la humana, susurrando unas palabras Erantha cayó de rodillas al suelo con un dolor casi insoportable en el pecho. "Parad...¿que diablos...?" se quejó la elfa. "Eres mía, no lo olvides nunca." Erantha se reincorporó y se colocó de espaldas a la humana. "¿Querias algo, o me has hecho venir para ver que tal es mi nuevo peinado?" La humana la miró con una sonrisa

"Tengo una misión para ti, quiero que arrases los poblados cercanos a Brisaveloz" Erantha recordó todo, y tambien que segundos antes de morir, juró destruir esa aldea de cobardes. "No será un problema..." La humana la interrumpió "enviaré algunos exploradores para comprobar que Lunargenta no ha hecho llegar refuerzos a las aldeas cercanas, mientras tanto no salgas de aquí, eres mi mayor sorpresa contra Quel'thalas. Ahora retirate a tus aposentos" Ordenó Jaerlina. "Te refieres a la ratonera donde me dejasteis dormir, ¿cierto?" Volvió a mofarse Erantha mientras se dirigía a las escaleras de regreso a la cripta.

Al fin y al cabo parecía que el día comenzaba bien... un poco de venganza le ayudaría a sacar un poco de la ira que ahora lo inundaba.
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